La situación actual
Después de estas largas semanas de confinamiento, creo que ninguno de nosotros tiene dudas de la importancia del sistema púbico de salud. Ha tenido que venir una epidemia global, para poner en valor la labor realizada por los médicos, personal de enfermería, celadores, conductores de ambulancia y demás profesionales que han trabajado para minimizar el número de muertos causados por el Covid-19.
Todos los días, los ciudadanos han salido a los balcones de sus casas a mostrar su agradecimiento, con un aplauso. Algunos han llegado más lejos, regalando gasolina en una estación de servicio a las enfermeras, enviando comida para el personal de turno, comprando material de protección o haciendo mascarillas que enviaban todos los días a algún hospital.
Las listas de espera, la calidad del trato recibido, la antigüedad de las instalaciones y todas esas cosas por las que nos quejábamos hace unos meses, han pasado a un segundo plano. Todos hemos separado lo importante de lo accesorio y hemos sido conscientes de la falta de medios y de los límites del sistema que sólo puede crecer con la entrega y el compromiso de su personal.
Antes del Covid-19
Sin embargo, en febrero de 2020, sin el coronavirus en nuestras vidas, la realidad era bien distinta. Redacción Médica (la sanidad publica es una joya que no podemos permitirnos perder) en el que la ilustradora Cristina Durán relataba, su experiencia en la sala de espera de un hospital para un procedimiento que tenía programado. A diferencia de la mayoría de pacientes, que utilizan Twitter para dar hacer comentarios negativos. La tuitera no muestra enfado ni resentimiento por la situación que le toca vivir. Mas, al contrario, comprende el momento de saturación del servicio que le ha tocado vivir y, comprende que es mejor volver al día siguiente.
Cristian Durán, sin quererlo, pone de manifiesto una situación injusta de nuestro sistema sanitario, la inexistencia de “huecos” en las listas programadas de pacientes, para prestar asistencia a Urgencias. La presión social y política por reducir al mínimo las listas de espera, como sinónimo de excelencia en la atención sanitaria, supone que las listas de consultas de especialistas estén a tope y que cuando llega un paciente con una urgencia grave, un accidente de tráfico, por ejemplo, los pacientes programados tengan que esperar y esperar. Con el consiguiente malestar.
Si giramos la cámara 180 grados, los médicos tienen que asumir una sobrecarga de pacientes innecesaria. Esta situación puede ser puntual, pero también es cierto que en muchos centros se «abusa» del personal. Los responsables de área saben, por los datos históricos, los hospitales y centros de salud que tienen un alto volumen de urgencias y no se establecen mecanismos de apoyo, sino se obliga al personal sanitario a seguir con sus listas a tope, con la consiguiente sobrecarga de trabajo de todo el equipo, que acabará saliendo tarde día tras día
Volviendo al principio del artículo, si algo hay que agradecerle a la situación excepcional que hemos vivido es la mejora de la percepción de la profesión sanitaria por parte de toda la sociedad. Es seguro que, al menos, por unos meses la paciencia y la comprensión guiarán la relación de los pacientes con los médicos y salas de espera. Hemos conseguido un tiempo valioso para poner medidas a esta y otras situaciones que repercuten negativamente en la experiencia del paciente. Una solución sencilla y barata es incluir equipos dedicados a urgencias en aquellas ubicaciones con alto volumen de pacientes por esta vía. Estos equipos podrían aligerar las listas de pacientes cuando no tengan urgencias.
Así, tanto médicos como pacientes tendrían una experiencia mejor. La opción más cara, como siempre es no hacer nada y que, una vez superado el “noviazgo” entre sociedad y profesionales sanitarios volviéramos al a situación original: Médicos frustrados porque nunca terminan su jornada y pacientes enfadados porque tienen que esperar para ser atendidos…