El colapso en la sanidad pública impulsa el seguro de salud privado

18 de marzo de 2021

Una sanidad pública sobrepasada, con la atención primaria al borde del colapso en todos sus niveles y los hospitales saturados atendiendo casi exclusivamente a pacientes COVID-19 ha provocado que aquellos pacientes que se lo puedan permitir o que no les quede otra alternativa, recurran a la sanidad privada, un negocio que va en aumento. Así lo constatan, por ejemplo, los seguros de salud, cuya facturación entre enero y septiembre del 2020 ha superado los 7.000 millones, 327 millones más que en el mismo periodo de 2019 gracias a las pólizas de asistencia sanitaria, que crecieron un 5,14%, según la patronal del sector asegurador Unespa.

Es pronto para saber los efectos que está teniendo la pandemia en la economía porque los informes del Ministerio de Economía son anuales, pero Juan Oliva, experto en economía de la salud de la Universidad de Castilla-La Mancha, apunta las siguientes claves: “Lo que sí sabemos es que, durante la anterior crisis económica, a pesar de la caída en las rentas familiares, los seguros privados no solo no perdieron clientes, sino que las cifras de personas aseguradas se incrementaron ligeramente. Después de la crisis, aún más”.

Este fenómeno ha llegado favorecido por la apuesta de las entidades bancarias de comercializar seguros de salud coincidiendo con la crisis sanitaria. Una de ellas es Banca March, que lleva desde septiembre ofreciendo el seguro de DKV, compañía aseguradora que registró entre enero y agosto un incremento en las ventas de seguros de salud individuales del 35%, «el crecimiento más importante de su historia», aseguraron fuentes de la empresa. A este respecto, durante la pandemia, la consultora Bain & Company realizó una encuesta a mil personas. Entre los que no tenían seguro, un 27% afirmaba que tenía intención de firmar uno. Curiosamente, el 23% de los interesados afirmaba tener escasos recursos, con ingresos mensuales de cero a mil euros.

Los retrasos en la atención médica hicieron que la familia de Ana Plazuelo, que vive en Castilleja de la Cuesta (Sevilla), contratara un seguro de salud. Hasta ahora ni les había hecho falta ni querían recurrir a la sanidad privada, porque estaban convencidos de que la mejor manera de defender la pública es usarla y reclamar cuando algo no funciona bien. En octubre pidieron cita en primaria para consultar por una serie de crisis de tensión y taquicardias. “Nos la dieron para tres semanas después”, recuerda Plazuelo, de 41 años. Sacarle sangre a su marido para la analítica se demoró otras dos semanas. “Teníamos claro que le tenía que ver un cardiólogo, no se encontraba bien, y los plazos eran demasiado largos”, asegura. Optaron por pagar un cardiólogo privado y contratar una póliza que les cubre a ellos dos y a su hijo y que a partir de diciembre les permite acceder a los especialistas sin apenas lista de espera.

“Imagino que, ante una situación de colapso de la atención primaria en la sanidad pública, por no hablar ya del acceso al especialista y a las pruebas diagnósticas, aquel que pueda mantener su seguro privado lo hará, lo cual no será sencillo porque muchas familias se están viendo afectadas directamente por la situación económica”, explica Juan Oliva. Aparte, “aquella parte de la población que no tema por el empleo estará pensando seriamente en suscribir un seguro de estas características ante la situación de la sanidad pública”. Comparte ese análisis Xavier Coller, catedrático de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla): “Aquellos que tienen recursos pueden percibir que la sanidad pública está de capa caída y confían en que la sanidad privada les pueda atender mejor. Que por esta vía puedan tener una cama de hospital en caso de necesidad y no tengan que estar en un pasillo en un hospital público, por ejemplo”.

Las listas de espera sufrieron durante la crisis de la década pasada y no se habían recuperado cuando llegó la pandemia. A finales del año pasado, cerca de 705.000 personas aguardaban una media de 121 días para una intervención quirúrgica, el doble que en 2010. Uno de cada cinco pacientes tenía que esperar más de medio año para operarse. Durante los tres meses que duró la primera ola del coronavirus, los hospitales suspendieron decenas de miles de pruebas diagnósticas, consultas y operaciones, que desde el verano tratan de recuperar.

Desde la patronal Unespa recuerdan que uno de los fenómenos que impulsa la contratación de seguros es “su creciente aceptación como mecanismo de pago en especie”. Muchas empresas incluyen el seguro de salud como retribución complementaria. Unespa subraya también que quienes contratan una póliza y usan la privada alivian la carga de trabajo que tienen los centros públicos porque no consumen esos servicios. Oliva alerta del “riesgo alto de dualización en la atención sanitaria” que empezó con la anterior crisis: “Una vía rápida para quien pueda permitirse acceso tanto a los servicios públicos como a los privados (vía seguro complementario) y una carretera general para quien solo tiene un canal de acceso”. La situación no solo no se ha revertido, sino que Oliva cree que “ya estamos instalados en este modelo”.

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