Como nos vigilan las aseguradoras

20 de febrero de 2020
Como nos vigilan las aseguradoras
El tener algún tipo de seguro, médico, de hogar o para el coche, siempre nos ha parecido el modo más adecuado y lícito de completar nuestra tranquilidad, ya sea “por si acaso ocurre un incendio en casa” o “porque el niño tiene una fiebre altísima y no quiero esperar horas en urgencias”.
Sí, tener un seguro nos tranquiliza y las aseguradoras lo saben. Van aún más allá e intentan relajarnos, ellas se encargan de todo: te cambian ruedas y te recogen si te quedas en la carretera, te agilizan el triaje en las urgencias, te indemnizan si el vecino te ha calado el techo, te cuidan o eso dicen, por un módico precio del que no te vas a enterar.
Esa “seguridad” que han defendido todas las compañías aseguradoras a lo largo del tiempo les ha funcionado y les sigue funcionando, pues seguimos manteniendo y contratando todo tipo de servicios al respecto. Pero en los nuevos tiempos, con los avances técnicos y tecnológicos a flor de piel y la gran cantidad de información que tenemos a un solo clic, estas empresas también han evolucionado y, con ellas, sus servicios y las fuentes de las que extraen los datos de riesgo que utilizan para calcular el importe de las pólizas.
A este punto queremos llegar. El desarrollo del Internet de las Cosas (IoT) se ha materializado, por ejemplo, en soluciones de automatización para el hogar (domótica) con electrodomésticos que utilizan la wifi para permitir un seguimiento remoto de sus procesos con una app instalada en nuestro teléfono móvil. En el campo de la salud, sus aplicaciones son casi infinitas: prendas de ropa que monitorizan nuestro esfuerzo cuando hacemos deporte o relojes que nos toman el pulso y la tensión o que incluso pueden llegar a diagnosticar arritmias como la fibrilación auricular. Esta tecnología, unida a aplicaciones en las que la gamificación tiene un papel muy importante, nos ayuda a introducir y mantener en nuestro día a día hábitos saludables. Las aseguradoras lo saben y nos regalan los dispositivos, para que los utilicemos y mejoraremos las condiciones económicas de nuestras pólizas, si cumplimos unos parámetros mínimos.
Comenzamos por ver las ventajas que ofrecen, nos gustan y son un regalo. Son herramientas que nos ayudan a mejorar nuestra salud, a contar los pasos que caminamos, a medir las distancias que recorremos. Entendemos el valor de una vida activa y nos sentimos más sanos.
Pero también es importante tener en cuenta los riesgos que tienen este tipo de servicios o ayudas para el individuo que contrata o permanece dentro de una aseguradora.
¿Qué podría pasar dentro de unos años si llegáramos a excluir de las pólizas de salud a todos aquellos que rechacen utilizar la pulsera de actividad o si esta proporcionara datos no conformes a los que espera la compañía? Porque estos dispositivos actúan como “espías” y dan acceso a la aseguradora a todos esos datos. Hoy, nos ampara la LOPD, y el hecho de que utilicemos o no estas apps es independiente de la valoración del riesgo, pero, desconocemos cuándo, en qué medida se usan nuestros datos o para qué fines, pues la letra suele ser demasiado pequeña y normalmente firmamos los contratos sin leerla.
Por ahora, sólo hemos visto la parte amable. Toda esta información unida a procesos de aprendizaje automático permite analizar patrones de comportamiento ayudando a las aseguradoras a luchar contra el fraude, crear asistentes virtuales que ayuden al usuario con los trámites, contratar pólizas con el móvil, aplicar iniciativas de retención, aplicar descuentos a partir de los datos que se extraen de los dispositivos wearables…
Pero esos mismos datos de nuestros hábitos, pueden ser procesados por una IA que calcule la probabilidad de que el año próximo tengas problemas graves de salud como padecer un infarto por culpa de los hábitos sedentarios. Y esto, unido a la facultad legal que tienen las aseguradoras de no renovar las pólizas, genera inseguridad y temor.
Nuestro debate sería sobre todo intentar ver qué fines reales tienen las aseguradoras con respecto a esto, pues no sabemos si estamos “regalando” nuestros datos, pues hoy nuestra pulsera nos cuenta los kilómetros andados, pero mañana nos puede revocar la póliza sin nuestro consentimiento simplemente porque ya no andamos, porque nos cansamos de ella o simplemente porque hemos enfermado.
¿Crees que las aseguradoras deberían informar más claramente sobre cómo van a usar los datos que les cedemos y pedir autorización expresa hacerlo? ¿Debería limitarse la posibilidad de cancelar una póliza o modificar la prima en base a los datos de salud que les cedemos? Estas son algunas cuestiones que deberíamos tener en cuenta a la hora de contratar o renovar un seguro para evitar sorpresas inesperadas con el uso y confidencialidad de nuestros datos.

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